EL PAPEL DE LOS DATOS DESGLOSADOS POR GÉNERO EN BÚSQUEDA DE EQUIDAD EN LA GESTIÓN PÚBLICA DEL AGUA Y EL SANEAMIENTO

THE ROLE OF GENDER-DISAGGREGATED DATA IN THE PURSUIT OF EQUITY IN PUBLIC WATER AND SANITATION MANAGEMENT

O PAPEL DOS DADOS DESAGREGADOS POR GÊNERO NA BUSCA DA EQUIDADE NA GESTÃO PÚBLICA DA ÁGUA E DO SANEAMENTO

REGISTRO DOI: 10.5281/zenodo.7742088


Fernanda Matos¹
Reinaldo Dias²


RESUMEN

Este artículo aborda la brecha de género en los datos estadísticos utilizados en el abordaje del uso del agua, incluyendo su gestión y las políticas públicas que posibilitan su aprovechamiento y consumo. Su objetivo es identificar formas de mejorar las relaciones de género mediante la reducción de las disparidades existentes entre hombres y mujeres en la toma de. El punto de partida del análisis es el reconocimiento de la desigualdad de género en el ámbito de la gestión de los recursos hídricos. El artículo identifica que esta desigualdad se encubre con la inadecuada manipulación de los datos estadísticos, lo que puede resultar en ocultar la participación real de las mujeres en el uso que hacen del recurso hídrico, no siendo consideradas de la misma forma que los hombres. El estudio indica que existen muchas brechas en la obtención de datos desagregados por género, y es necesario establecer una recolección y análisis efectivos que puedan ser útiles para cualquier abordaje de la discriminación de las mujeres en los procesos relacionados con el recurso hídrico. También señala que la política es el punto de partida para la integración de género con el uso de datos desagregados en la gestión del agua y saneamiento, ya que es cuando el gobierno o cualquier otra organización manifiesta explícitamente su intención de corregir la desigualdad y adopta una perspectiva de género.

Palabras clave: DDG; políticas públicas; Agua; participación; Agenda 2030

Abstract

This article addresses the gender gap in the statistical data used in the approach to water use, including its management and public policies that enable its exploitation and consumption. It aims to identify ways to improve gender relations by reducing the existing disparities between men and women in decision-making. The starting point of the analysis is the recognition of gender inequality in the scope of water resources management. The article identifies that this inequality is concealed with the inadequate manipulation of statistical data, which can result in hiding the real participation of women in the use they make of the water resource, not being considered in the same way as men. The study indicates that there are many gaps in obtaining data disaggregated by gender, and there is a need to establish effective collection and analysis so that they can be useful for any approach to the discrimination of women in processes involving water resources. It also notes that policy is the starting point for gender mainstreaming with the use of disaggregated data in water and sanitation management, as this is when the government or any other organization explicitly demonstrates its intention to correct inequality and adopts an of gender.

Keywords: DDG; public policy; Water; participation; Agenda 2030

Resumo

Este artigo aborda a lacuna de gênero nos dados estatísticos utilizados na abordagem do uso da água, incluindo a sua gestão e as políticas públicas que viabilizam sua exploração e consumo. Tem como objetivo identificar formas de melhorar as relações de gênero diminuindo as disparidades existentes entre homens e mulheres na tomada de decisões. O ponto de partida da análise é o reconhecimento da desigualdade de gênero no âmbito da gestão dos recursos hídricos. O artigo identifica que essa desigualdade é escamoteada com a manipulação inadequada de dados estatísticos, que pode ter como resultado encobrir a real participação das mulheres no uso que fazem do recurso água, não sendo consideradas da mesma forma que os homens. O estudo indica a existência de muitas lacunas na obtenção de dados desagregados por gênero, havendo necessidade de se estabelecer coleta e análise eficazes para que possam ser úteis para qualquer abordagem da discriminação da mulher nos processos que envolvem os recursos hídricos. Além disso constata que a política é o ponto de partida para a integração de gênero com a utilização de dados desagregados na gestão de água e saneamento, pois é quando o governo ou qualquer outra organização demonstra explicitamente sua intenção de corrigir a desigualdade e adota uma abordagem de gênero.

Palavras chave: DDG; políticas públicas; água; participação; Agenda 2030

INTRODUCCIÓN

El agua es necesaria para la vida y para numerosas actividades esenciales, desde la industria, agricultura, consumo, saneamiento e higiene. Sin embargo, las estadísticas apuntan hacia una falta de desarrollo humano crítico, especialmente para las poblaciones vulnerables y marginadas. Las desigualdades en el acceso a los recursos de agua y saneamiento se vuelven exacerbadas entre poblaciones específicas. Por ejemplo, las poblaciones rurales y las mujeres representan los grupos marginados que se ven indebidamente sobrecargados por prácticas deficientes en la gestión de los recursos hídricos o se enfrentan a retos adicionales en el acceso a estos recursos WASH (WHO y UNICEF, 2019). De hecho, las mujeres y las niñas, desproporcionadamente, sirven como proveedoras de agua, recolectando el suministro en ocho de diez hogares y, a menudo se enfrentan a la carga de tener que viajar por largas distancias para obtenerla (WHO y UNICEF, 2017).  

Las desigualdades de género existen en todos los aspectos de la vida social, y resuenan en las relaciones entre hombres y mujeres, bien como en su capacidad de acceder, gestionar y beneficiarse de los recursos de agua y saneamiento, en este sentido un gran y creciente número de estudios identifica que mujeres y hombres generalmente tienen acceso diferenciado en el uso, en las experiencias y en los conocimientos sobre los recursos hídricos.

La cuestión fundamental que se plantea es cómo reducir las desigualdades de género en el ámbito de los recursos hídricos. Y la respuesta para este problema pasa necesariamente por el reconocimiento de la grandiosidad de esta desigualdad con el perfeccionamiento en la obtención de mejores informaciones sobre este hecho, para entonces designarse hacia ellos las políticas públicas adecuadas. Dentro de este aspecto surge la importancia de la obtención de los datos desglosados por género, para identificar la exacta dimensión de la disparidad en el acceso a los recursos hídricos por hombres y mujeres.

El género es un concepto que se refiere a roles, comportamientos, actividades y atributos socialmente construidos que cierta sociedad considera apropiados y se les atribuyen a hombres y a mujeres. De acuerdo con Zwarteveen (2010), el concepto es siempre contextual, construido y contestable. Estos roles distintivos y las relaciones entre ellos pueden originar desigualdades de género en las que un grupo es sistemáticamente favorecido y goza de ventajas sobre otro. En ese sesgo, como apuntan Speranza y Bikketi (2018), la formulación de políticas, la toma de decisiones, la planificación y la implementación relacionadas con la gestión de las aguas continúan excluyendo o interpretando mal las necesidades, los intereses y las experiencias de las mujeres y terminan por converger sus datos a los de los hombres.

Ciertamente, hay imperativos socioculturales que pueden explicar, pero no justificar, la permanencia de la desigualdad de género en la gestión del agua y del saneamiento que solo serán superadas a lo largo del tiempo y después de mucha lucha de las mujeres para ocuparse de una mejor posición en la sociedad global, a la que disfrutan de pleno derecho como seres humanos. La desigualdad también malgasta la experiencia, las aptitudes y la energía que se podrían utilizar para contribuir a una gestión más equitativa y eficiente.

El hecho es que la desigualdad relativa en la posición ocupada por hombres y mujeres en la sociedad ha trabajado contra el progreso de las sociedades en su conjunto.

La lucha contra la desigualdad de género supone necesariamente sensibilizar a la población acerca del papel de la mujer en la sociedad. Esto requiere que toda decisión tenga en cuenta su impacto sobre la condición y la posición de hombres y mujeres, y la relación entre ellos, y ajústense intervenciones para promover la justicia social. Una estrategia ampliamente aceptada para lograr esto es la integración. Una definición útil del concepto de integración de género es proporcionada por la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, como siendo

O processo de avaliação das implicações para mulheres, homens e pessoas com identidades de gênero diversas de qualquer ação planejada – incluindo legislação, políticas ou programas – em todas as áreas e em todos os níveis. É uma estratégia para fazer das preocupações e experiências de mulheres, homens e pessoas com identidades de gênero diversas uma dimensão integral do projeto, implementação, monitoramento e avaliação de políticas e programas. Isso é feito para que todos os indivíduos possam se beneficiar igualmente – para que a desigualdade não seja perpetuada[1].

El objetivo final es alcanzar la igualdad de género.

La política es el punto de partida para la integración de género, pues es cuando un gobierno demuestra su intención de corregir la desigualdad y adoptar un enfoque de género. Una política articula los objetivos y lo que se debe hacer para alcanzarlos. La política, por su parte, constituye la base documentada para el desarrollo de estrategias y la asignación de recursos. Sin embargo, como señaló Zwarteveen (2010), el género tiende a desaparecer de las políticas y de los análisis a través de mecanismos interconectados de normalización, naturalización y descuido que se refuerzan mutuamente.

A pesar de que existen sectores de la política pública en los que se puede ampliar el compromiso y la participación de las mujeres, como es el caso de las estructuras de gobernanza, en este estudio sobre la gestión de los recursos hídricos, diferentes investigaciones demuestran que la adopción de decisiones inclusivas sobre la gestión de los recursos hídricos sigue siendo un desafío. Cabe destacar algunos factores que contribuyen a ello, como los bajos porcentajes de participación de las mujeres en los espacios de toma de decisiones; los prejuicios que influyen en las normas y actitudes relacionadas con el género; la discriminación, limitando las oportunidades de capacitación y promoción que permitan a las mujeres asumir más responsabilidades y espacios de liderazgo; limitación de derechos legales, como la posesión de la tierra y la escasez de datos por género, entre otros.

Los datos desglosados por género son esenciales para comprender y abordar las desigualdades entre hombres y mujeres en el contexto de los recursos hídricos. Por una serie de razones, incluidos los factores socioculturales y las limitaciones de tiempo y recursos, las estadísticas sobre hombres y mujeres se suelen recopilar de forma agregada. Así siendo, los datos agregados pueden conducir hacia una visión sesgada del comportamiento de los individuos, ocultando disparidades de género, limitando la capacidad de influir en cambios en las políticas públicas y colaborando para la perpetuación de las desigualdades.

La falta de datos desglosados por sexo y otros factores relevantes es un obstáculo para la producción de evidencias científicas sobre las desigualdades de género en materia de acceso al agua y al saneamiento, para la formulación de políticas y de programas que enfrenten estas desigualdades, así como para evaluar el impacto y la eficacia de las políticas públicas. El reconocimiento insuficiente del rol de las mujeres en la gobernanza de los recursos hídricos refuerza las prácticas y las estructuras socioculturales que impiden su acceso a los niveles de toma de decisiones en la gestión del agua. 

No hay forma de desarrollar políticas públicas que busquen la igualdad de género con datos que no evidencian, de modo más aproximado, una determinada realidad. Para lograr que la formulación de políticas se realice de forma que se alcancen objetivos que contribuyan a reducir la desigualdad entre hombres y mujeres, se necesitan datos estadísticos desglosados por género para explicar las disparidades existentes.

Políticas públicas y cuestiones de género

Las políticas públicas constituyen un elemento común de la política y de las decisiones del gobierno y de la oposición. De esta manera, la política puede ser analizada como la búsqueda del establecimiento de políticas públicas sobre determinados tópicos o para influenciarlos. Al mismo tiempo, una parte fundamental de las actividades gubernamentales (a cualquier nivel), tiene que ver con el proyecto, la gestión y la evaluación de las políticas públicas. Por consiguiente, el objetivo de los políticos, cualesquiera que sean sus intereses, es colaborar para establecer políticas públicas que satisfagan las distintas necesidades de la población. (Días y Matos, 2012)

En el curso del siglo XX, con el aumento de la complejidad de las sociedades y la creciente capacidad de intervención del ser humano, posibilitado por el avance de las nuevas tecnologías, la política se hace aún más importante, y hay la necesidad de una amplia participación de la población en los procesos de toma de decisiones que tienen lugar en las diferentes esferas del poder, especialmente en el Estado.

En la actualidad, las principales cuestiones que figuran en el programa mundial son las que pasan por la intervención política. La política se integra en todos los aspectos de la vida humana, como en el calentamiento global, en la reducción de la diversidad, la inserción social de los inmigrantes, la mejora de la calidad de vida de las personas mayores, en aumentar la inclusión social y reducir la desigualdad de género, además de muchos otros problemas, por lo tanto, antes de convertirse estos problemas en algo ambiental, social o cultural, se debe tener en cuenta que ellos son esencialmente políticos, puesto que dependen de decisiones adoptadas en el plano estatal, o en foros internacionales donde estos continúan teniendo plena pertinencia e influencia (Días y Matos, 2012).  Aquí también podemos considerar el género. El género es un término profundamente político que incorpora y plantea cuestiones fundamentales sobre diversidad, equidad y justicia (Zwarteveen, 2010), constituyendo una dimensión central de la vida personal, de las relaciones sociales y de la cultura (Connell y Pearse, 2015).

El gobierno, como conjunto de individuos que orientan el curso de la sociedad, es el principal gestor de los recursos y, por esto, tiene la responsabilidad de ocuparse de los problemas públicos y tratar de resolverlos, así como de llevar adelante el proceso de planificación, elaboración, aplicación y evaluación de las políticas públicas que sean necesarias para el cumplimiento – de modo coordinado y permanente – de la función que le delegó la sociedad.

Así, entendido el papel principal del gobierno, una primera definición de política pública puede formularse como siendo el conjunto de principios, criterios y líneas de acción que garanticen y permitan la gestión estatal en la resolución de los problemas nacionales, con el objetivo de ofrecer a todos las condiciones para lograr una mejora en la calidad de vida compatible con la dignidad humana.

De forma sucinta, es de eso que se tratan las políticas públicas, o sea, la gestión de los problemas y de las demandas colectivas por medio de la utilización de metodologías que identifican las prioridades, racionalizando la aplicación de inversiones y utilizando la planificación como medio de alcanzar los objetivos y metas predefinidos. Además, pueden considerarse como un programa de acción gubernamental que puede ser ejecutado por los propios organismos gubernamentales o por organizaciones del tercer sector (ONG, OSCIPs, fundaciones, etc.) dotadas de poder público y legitimidad gubernamental a través del establecimiento de alianzas con el Estado.

Para que una política gubernamental pueda convertirse en una política pública, debe basarse en programas específicos, criterios, líneas de actuación y normas, planes y previsiones presupuestarias, humanas y materiales. También se pueden incluir las disposiciones constitucionales, leyes y reglamentaciones, los decretos y decisiones administrativas, entre otros.

Las sociedades humanas se transforman constantemente. En determinados períodos, los cambios ocurren a una velocidad mayor por innumerables motivos, ya sean sociales, económicos, ambientales, culturales, tecnológicos y religiosos, entre otros. Al final del siglo XX y al comienzo del siglo XXI, la globalización y la revolución científico-tecnológica han afectado a las sociedades a una velocidad nunca vista hasta ahora. Los problemas se han vuelto más complejos e incluyen muchos factores para resolverlos.

Como señala Miguel (2014), “la desigualdad entre hombres y mujeres es un rasgo presente en la mayoría de las sociedades, si no en todas” (p.17) (traducción nuestra). En diferentes estudios (ver Connell; Pearse, 2015), se observa que las mujeres vienen buscando aumentar su poder de presión en la sociedad global, con el fin de reducir y eliminar las desigualdades de género. Debates, investigaciones empíricas, movimientos sociales y feministas, así como las nuevas tecnologías, entre otros, han permitido multiplicar su capacidad de intervención en la realidad, fomentando a manifestaciones que impactaron el mundo y contribuyeron para impulsar su papel en la sociedad y hacer que las cuestiones de género se vean cada vez más en el centro de las atenciones de los canales de comunicación.

En 2017 tuvo gran relevancia el movimiento Me Too, contra el acoso y la agresión sexual, que rápidamente se extendió por todo el mundo. Uno de los mayores problemas enfrentados por la humanidad, el calentamiento global, tiene como referencia internacional a la activista Greta Thunberg, que moviliza a millones de jóvenes en todo el mundo. Los ejemplos son numerosos y solo han sido posibles a causa del incremento facilitado por las nuevas tecnologías y los cambios ocurridos en el perfil social y cultural de las sociedades humanas.

Esa ampliación de la capacidad de las mujeres para intervenir, facilitando la comunicación y la movilización, pone de relieve las limitaciones de las políticas públicas tradicionales orientadas hacia ellas, que se caracterizan por el aislamiento sectorial en comisarías, directorios, secretarías o ministerios que se ocupan de asuntos femeninos. Aunque sean medidas positivas, ellas mantienen el statu quo en el que prevalece la dominación masculina generalizada en todos los ámbitos, ya sean culturales, políticos, económicos o familiares. No se trata de tan solo un segmento de la sociedad, sino de una mitad de la población que no es considerada, propiamente, como una ciudadana portadora de derechos, aunque esto se explicita en muchas funciones, como en las ordenanzas, en los decretos, y en las leyes, etc. Pero, en la práctica, lo que ocurre es muy diferente.

En Brasil, una de cada cuatro mujeres mayores de 16 años sufrió alguna forma de violencia, en el último año, durante la pandemia covid-19, de acuerdo con un estudio del Instituto Datafolha encargado por el Foro de Seguridad Pública de Brasil (FBSP). Esto significa que aproximadamente 17 millones de mujeres (24,4%) fueron objeto de violencia física, psicológica o sexual en 2020[2]. Otros datos son que 81% de ellas han sufrido violencia en sus desplazamientos por la ciudad y 76% ya han sufrido violencia y acoso laboral. Una mujer es violada cada 10 minutos, tres son víctimas de feminicidios por día y 30 sufren agresiones físicas por hora[3]. Estos ejemplos son los más impactantes, pero las cifras son muy superiores cuando se considera la “violencia blanda” sutil que ocurre en el día a día y, sin embargo, los casos no reportados.

Las políticas públicas destinadas a fortalecer a las mujeres deben ser transversales y formar parte de todos los sectores que estructuran la administración pública (juventud, educación, personas mayores, medio ambiente, cultura, finanzas, etc.). Considerando, por lo tanto, que una acción importante para llevar a cabo este proceso de transversalización es el cambio, con refinamiento, en la obtención, análisis y divulgación de datos por diferentes organismos públicos que sirvan de referencia para la aplicación de las políticas públicas.

En general, las informaciones obtenidas en las investigaciones realizadas para elaborar e implementar las políticas públicas, se obtienen en un solo bloque, es decir, no se destacan las diferencias por género, por ende, adoptan un sesgo esencialmente masculino, ocultando toda una realidad social de cerca de la mitad de la población, compuesta por mujeres que tienen aspiraciones, demandas, propuestas e ideas diferentes de los hombres.

El desglose por género puede ser el método adecuado para mejor comprender este problema, destacando este componente oculto de las investigaciones, que además pueden considerarse, cuando proceda, los datos por edad, raza, origen étnico, renta, escolaridad, estatus migratorio, deficiencias, ubicación u otras peculiaridades consideradas pertinentes y pasibles de recolección y evaluación.

Por lo tanto, la recopilación de datos de cada área de las políticas públicas, tales como de ancianos, de jóvenes, de salud, de promoción social, de educación, de finanzas, de agua y de saneamiento, por ejemplo, no se realizarían en un solo bloque, como suele ocurrir, sino que implicarían el desglose de los datos.

Los recursos hídricos y las relaciones de género

El género define los roles, las responsabilidades y las oportunidades de las personas en la sociedad y, a menudo, determina el potencial que pueden alcanzar. Esto hace que las mujeres y los hombres tengan diferentes conocimientos, aptitudes, oportunidades y necesidades. El género también determina la relación de la persona con el agua, ya que influye en las necesidades, el acceso, la utilización y los beneficios de este recurso vital. (UNESCO, 2021)

Cuando se adoptó la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), en 2015, se marcó el inicio de una nueva era en los esfuerzos para cambiar el mundo hacia un camino sostenible y resiliente. Actualmente, el acceso universal al agua y el saneamiento (ODS 6) y el logro de la igualdad de género junto al empoderamiento de todas las mujeres y niñas (ODS 5) se consideran como los motores del desarrollo sostenible. Cualquier evaluación de las condiciones del agua y la correspondiente planificación solo pueden tener sentido desde una perspectiva de género. Por lo tanto, es indispensable identificar las mujeres y los diferentes roles y necesidades de los hombres en su interacción con los recursos hídricos, así como en la construcción de los aspectos sociales y culturales en los que se  están basadas. Tener en cuenta estos factores mejorará la gestión y la gobernanza de los recursos hídricos mundiales para el beneficio de todos (Thuy, Miletto, Pangare, 2019).

El logro de la igualdad de género en el área de los recursos hídricos es crucial en vista de los compromisos globales consagrados en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Sucede que los progresos hacia la realización de estas promesas mundiales son pequeños y, en muchos aspectos, no se están produciendo. Las inequidades de género en materia de agua y saneamiento son profundas y persistentes en todos los niveles.

El papel de las mujeres en la gestión del agua fue reconocido por primera vez en un encuentro internacional de expertos en agua en Dublín, Irlanda, en enero de 1992, cuando los participantes declararon lo siguiente:

“Las mujeres desempeñan un papel central en el suministro, gestión y salvaguardia del agua … [y que] la aceptación y aplicación de este principio requieren políticas para satisfacer las necesidades específicas de las mujeres y equipar y capacitar a ellas para que participen en todos los niveles de los programas de recursos hídricos, incluso en la toma de decisiones y ejecución, según lo definido por ellos” (Declaración de Dublín sobre el Agua y el Desarrollo Sostenible, principio 3)

Esta declaración de la comunidad internacional reconoció que, aunque las mujeres han sido y continúan siendo las principales proveedoras de recursos hídricos para las familias de todo el mundo, raramente ellas participan en la toma de decisiones relacionadas con la gestión de estos recursos.

Sin embargo, después de más de un cuarto de siglo, y a pesar de su papel crítico reconocido y documentado en la gestión del agua y de los medios de subsistencia, las mujeres permanecen marginadas en la toma de decisiones, tienen poco control sobre el uso y la asignación de recursos hídricos y acceso marginal a activos, tales como tecnologías y capacitación vocacional relevante (Thuy, Miletto & Pangare, 2019).

Los desafíos que las mujeres ya enfrentaban en cuanto al uso, la captación y la gestión del agua se ven hoy agravados por las consecuencias del cambio climático. En todo el mundo, las mujeres y las niñas suelen ser las encargadas de recoger y gestionar el agua en el hogar. De acuerdo con un estudio de ONU Mujeres, a partir de datos de 61 países, en el 80% de los hogares que no tienen agua, las mujeres y las niñas enfrentan la carga sobre la recolección de agua. (UN Woman, 2018)

El género es un concepto que hace referencia, como se mencionó anteriormente, a las funciones, los comportamientos, las actividades y los atributos que una sociedad específica juzgue apropiado atribuirse a hombres y mujeres. Estas funciones distintivas y las relaciones entre ellas pueden conducir a desigualdades cuando un grupo recibe sistemáticamente una ventaja sobre otro.

Es esencial una mejor comprensión del papel atribuido a los hombres y a las mujeres y sus relaciones en la gestión del agua y saneamiento, para que las intervenciones produzcan efectos positivos, de forma duradera, si queremos gestionar los recursos con eficiencia y si queremos que estas intervenciones beneficien al mayor número posible de personas. No es posible pensar adecuadamente en la ordenación de los recursos hídricos sin pensar al mismo tiempo en la dinámica de género.

La adopción de la perspectiva de género tiene como resultado la incorporación de un proceso de evaluación de las consecuencias para las mujeres y los hombres de cualquier acción prevista, ya sea legislativa, política o por programas en todas las áreas y en todos los niveles. Se trata de una estrategia para responder a las inquietudes y experiencias de las mujeres que, al igual que los hombres, “son parte integrante del desarrollo, de la ejecución, la supervisión y la evaluación de las políticas y programas en todos los ámbitos políticos, económicos y sociales, para que mujeres y hombres puedan igualmente beneficiarse de ellos” (Seager, 2015, p. 12-13)

Con frecuencia, las mujeres son las primeras consumidoras de agua para el consumo doméstico, la agricultura de subsistencia, el saneamiento y la higiene.  Además, se les asignan varias funciones en la sociedad que, de una manera u otra, influyen en los recursos hídricos y de saneamiento.  Así pues, asumen funciones relacionadas con la reproducción, la educación infantil, la salud de la familia, la higiene doméstica, el cuidado de los enfermos, etc. Estos diferentes roles son negociados, atribuidos y supuestos – entre hombres y mujeres -, y una de sus consecuencias es cubrir las necesidades de agua y saneamiento y, para esto, toman decisiones que impactarán en el desarrollo de políticas y en la planificación de intervenciones en el sector de recursos hídricos.

El sector del agua y saneamiento puede contribuir a corregir la desigualdad y puede tener un impacto positivo en la posición social, política y económica de las mujeres. Disponer de buenos servicios específicos pueden mejorar la salud y la seguridad de las mujeres y sus familias, y permitirles tener más tiempo para participar en las actividades sociales, económicas y políticas, combatiendo así la “pobreza temporal” – la situación donde el tiempo de las mujeres es inflexible, consumido por tareas rutinarias y no productivas, perpetuando su ausencia en la toma de decisiones y en otras actividades lucrativas (World Bank, 2006).

Algunos autores han identificado que las mujeres difícilmente son consideradas e involucradas en la gestión y en los procesos de toma de decisión. Generalmente, son los hombres los que controlan los procesos presupuestarios y toman decisiones de planificación y gestión. El uso de los recursos hídricos por parte de las mujeres corre el riesgo de no ser considerado como el uso que hacen los hombres. Si las mujeres, en cualquier nueva intervención o proyecto no están asociadas con los procesos de gestión y toma de decisiones, ellas corren el riesgo de perder los derechos y privilegios adquiridos antes del proyecto y de depender más de los hombres.

Una perspectiva de género también puede llevar a cuestionar la calidad de la participación en los procesos consultivos y considerar quién participa efectivamente en el desarrollo para la gestión de los servicios hídricos. A menudo, las políticas públicas no incorporan las visiones de las mujeres ni abordan cuestiones relacionadas con su participación en procesos de toma de decisiones relacionados con la gestión del agua.

Por lo tanto, una perspectiva de género es necesaria, no solo para revelar los distintos roles de hombres y mujeres y sus relaciones, sino también para un mejor análisis del contexto institucional y político en general.

Las cuestiones relacionadas con el género surgen en toda intervención en el sector del agua y saneamiento, tanto a nivel macroeconómico como microeconómico. Para una mejor evaluación de los procesos que involucran agua y saneamiento y el mejoramiento de las políticas públicas del sector, es importante examinar los sistemas de financiación y las inversiones hechas en infraestructuras, además del impacto de los proyectos a gran escala en la gestión de los recursos hídricos, etc., desde la perspectiva del género. Comprender la participación de las mujeres en los procesos consultivos y de decisiones conexas es una forma de integrar sus perspectivas en las políticas públicas relativas a los recursos hídricos y su gestión.

Es frecuente que se estereotipen[4] los usos y los usuarios de los recursos hídricos. En realidad, los roles de hombres y mujeres son complejos. Un análisis de género riguroso es, por lo tanto, necesario, cubriendo el contexto más amplio y las múltiples dinámicas en que un determinado proyecto va a operar. También es necesario analizar cómo diferentes grupos de mujeres y diferentes grupos de hombres – en distintas situaciones y momentos – se encuentran en diferentes posiciones de negociación en relación con la definición, la atribución y la aceptación de diferentes roles, como se les asignan, y como ellos y ellas aceptan asumirlos.

Este análisis permitirá prever mejor la forma cómo la introducción de nuevos usos de recursos y de nuevos métodos de gestión pueden conducir a cambios en estos complejos procesos de construcción de roles sociales. Para Seager (2015), el análisis de género debe realizarse en todas las fases del proceso de desarrollo; y siempre debemos preguntarnos de qué manera una actividad, una decisión o un plan afectarán a las mujeres en particular, a diferencia de los hombres. 

Las conexiones entre el uso del recurso hídrico con fines productivos y reproductivos son experimentadas por muchas mujeres. Sin embargo, muchas veces son ignoradas debido a estereotipos consolidados que retratan a hombres y mujeres como teniendo necesidades, usos y funciones claramente distintos. Las mujeres usan el agua para diversos fines en los más diversos ámbitos de la sociedad, sea doméstico, en la agricultura, en la producción de bienes, entre otros.  Por lo tanto, es esencial explorar y revelar cómo se articulan estas necesidades, usos y funciones, cómo circula el poder a nivel familiar, como el acceso a ingresos generados por miembros de una misma familia – y el control sobre ellos – se negocian, así como el acceso al recurso hídrico por miembros de la misma familia – y su control – se negocia.

Es importante señalar que, del mismo modo, las políticas públicas destinadas a gestionar los recursos hídricos son igualmente neutrales, en términos de género, y poco atentas a las desigualdades sociales.

El agua potable y los servicios de saneamiento son necesidades humanas fundamentales y, por consiguiente, se consideran derechos humanos vitales para acelerar el progreso hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que deben incluir también a las mujeres. Lograr la igualdad de género y capacitar a todas las mujeres y niñas en proyectos de agua y saneamiento son esenciales para garantizar que nadie se quede rezagado y que todos tengan acceso al agua.

La función de los datos desglosados por género en la promoción de la equidade

Los datos desglosados por género (DDG) son los recogidos, tabulados y analizados por separado entre hombres y mujeres. Mientras que los datos cuantitativos colaboran a supervisar los cambios numéricos a lo largo del tiempo, los datos cualitativos buscan evaluar los cambios relacionados con las experiencias, las actitudes o las percepciones, y esto puede implicar en cuestiones sobre sus roles y responsabilidades individuales.

Para el Instituto Europeo para la Igualdad de Género (EIGE, sigla en inglés), la realización de estos análisis de modo separado permite medir las diferencias entre mujeres y hombres en varias dimensiones sociales y económicas y es uno de los requisitos para obtener datos estadísticos de género. Sin embargo, las estadísticas de género van más allá de los DDG.  Tener datos de género no garantiza, por ejemplo, que los conceptos, definiciones y métodos utilizados en la producción de ellos estén diseñados para reflejar los papeles, relaciones y desigualdades de género en la sociedad (EIGE, 2021)  

Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD, 2015), los datos e informaciones diferenciados por género deben estar disponibles para que los formuladores de políticas puedan evaluar la situación y desarrollar respuestas y políticas apropiadas basadas en evidencias. Estos datos deben ser recogidos y analizados dentro del proceso de formulación de políticas, preferiblemente durante una serie de años para hacer un seguimiento de los cambios y tomar medidas correctoras. Las  organizaciones de la sociedad civil, incluidas las ONG y los grupos de mujeres, pueden ser aliados valiosos en la recopilación de informaciones sobre el impacto potencial o real de las políticas gubernamentales y deben ser consultadas regularmente.

Al hablar de los DDG, no nos referimos a comparaciones de hogares dirigidos por hombres y mujeres. Este tipo de dato ya se recopila como parte de la práctica común. Sin embargo, limitar los análisis a este ejemplo de comparación es problemático porque confunde el género con la estructura familiar. En la mayoría de los casos, los hogares encabezados por hombres y mujeres no son comparables por el modo en que se definen. Las familias “dirigidas por hombres” generalmente se incluyen todas aquellas donde las mujeres están casadas con hombres, mientras que las familias “dirigidas por mujeres” son generalmente aquellas en las que no hay hombres adultos. Las familias encabezadas por mujeres suelen tener más mano de obra y recursos limitados que las familias encabezadas por hombres, pero estas disparidades no pueden atribuirse necesariamente al sexo del jefe del conjunto familiar. A menos que una encuesta haga preguntas sobre individuos dentro de una familia, se desaparecerán datos importantes sobre las mujeres que viven en hogares encabezados por hombres – la mayoría de ellas en el  mundo.

Como se ha mencionado, el objetivo de la recopilación del DDG es proporcionar un conocimiento más completo de las relaciones humanas existentes en la gestión de los recursos hídricos, para desarrollar mejores políticas y programas. Como un medio de resolver el desequilibrio entre responsabilidades y poder, y/o derechos entre hombres y mujeres,  es fundamental comprender, en primer lugar, los motivadores subyacentes y las causas subyacentes de estas discrepancias y cuantificar,  para que se puedan hacer los cambios apropiados en el diseño, la planificación, el monitoreo y la evaluación de los proyectos o programas de agua y saneamiento, así como de las políticas y estrategias de recursos hídricos (Thuy, Miletto y Pangare, 2019).

Reconociendo estas carencias, la Agenda 2030 debe incluir la necesidad de obtener datos desglosados de alta calidad, oportunos y confiables, incluso por sexo, ya que son esenciales para garantizar que nadie se quede atrás, como también son esenciales para la medición del progreso hacia los ODS.

Considerando que los datos son una fuerza vital de la toma de decisiones, la inversión en el desarrollo de proyectos y programas hídricos incluyentes, contribuye al fortalecimiento de la inclusión social, la erradicación de la pobreza y la promoción de la sostenibilidad ambiental. (Thuy, Miletto y Pangare, 2019)

Es innegable que se está ampliando el debate acerca de los datos de género. En los últimos cinco años, instituciones internacionales como las Naciones Unidas y la Fundación Bill y Melinda Gates, sugirieron, con creciente asiduidad, que el progreso en la igualdad de género dependía de la reducción en la “disparidad de datos de género”, lo que significa que sabemos menos sobre la vida de las mujeres que de los hombres, al menos en términos estadísticos. Como respuesta, estas y otras instituciones hicieron un llamamiento a una “revolución de los datos de género”.  Intentos anteriores de mejorar el estatus de las mujeres tuvieron resultados variados, con mejoras favorables en una dirección y consecuencias indeseables y perjudiciales en otra.  Por lo tanto, el llamado a la acción merece ser considerado con cuidado (Fuentes y Cookson, 2020).

Es cierto que la “búsqueda de datos” responde a las preocupaciones sobre la eficiencia y el desperdicio en los gastos de desarrollo, y la reciente demanda de “datos de género”, en particular, atrae la atención necesaria hacia las mujeres y las niñas.  Sin embargo, voces más escépticas sugieren que las crecientes exigencias de producir pruebas de impacto constituyen una “obsesión de medición” (Liebowitz y Zwingel 2014) y que el enfoque es excesivamente cuantitativo. También cuestionaron en qué medida los datos disponibles son “apropiados al objetivo”, observando que es increíblemente desafiante captar las innumerables formas en que las desigualdades son manifestadas y mantenidas (Bradshaw, Chant, y Linneker 2017).  Esas demandas también presionan a las activistas feministas de las organizaciones no gubernamentales, que señalan que el cambio social sostenido requiere, de hecho, un largo tiempo para lograrse.

La falta de datos de género y sus consecuencias

La falta de estadísticas desglosadas por género se conoce comúnmente como “brecha de datos de género”. Este fenómeno global puede explicarse tanto por el financiamiento insuficiente atribuido a la recolección de datos con perspectiva de género, como por una falta generalizada de voluntad política para monitorear los indicadores de igualdad de género en determinado país (Verge Mestre, 2019). Ocurre que, lamentablemente, según la UNESCO (2021), “persiste una gran brecha en los datos desglosados por sexo en las estadísticas de agua en todos los niveles”.

La cuestión de la “brecha de datos de género” se ve agravada por el hecho de que los datos desglosados por sexo a menudo se utilizan erróneamente como datos de género, como si fuera un mero ejercicio de “conteo”. De manera crítica, hay una profunda falta de percepciones cualitativas sobre la dinámica de poder que sustenta la complejidad, la multidimensionalidad y la naturaleza estructural de la desigualdad de género. (Lorena y Cookson, 2020). Por lo tanto, los indicadores deben ser capaces de medir roles, comportamientos, expectativas y necesidades construidas social y culturalmente, así como documentar cómo el género facilita o dificulta el acceso a recursos, reconocimiento y estatus para hombres y mujeres, respectivamente.

Desde una perspectiva feminista, hay una ausencia permanente de cualquier compromiso político explícito para producir un conocimiento capaz de desafiar las relaciones de poder opresoras. Cuantificar “cuántas mujeres” es tan importante para comprender “cómo” las desigualdades son vividas y sentidas por las mujeres, una vez que contar las desigualdades no implica automáticamente que ellas serán mejor consideradas. (Verge Mestre, 2019).

En todo el mundo carecemos de compromiso institucional con los esfuerzos de recolección, análisis y diseminación de datos sensibles al género, y esto se debe no solo a la “brecha de datos de género”, sino también a la “brecha de conocimiento de género” (Lorraine y Cookson, 2020). Los estudios, las encuestas y las investigaciones contribuyen al establecimiento de un mundo más democrático. Para Connell y Pearse (2015, p.288), el “criterio de la acción democrática en el orden de género a nivel mundial debe ser aquello que la democracia siempre significa: caminar hacia la igualdad de participación, de poder, de recursos, de respeto”.

No obstante, durante las últimas tres décadas, académicos, políticos y profesionales han forjado un entendimiento común sobre la necesidad de un análisis de DDG para el sector del agua. Los esfuerzos para reducir o cerrar la brecha de género están ganando impulso, pero es crucial tener en cuenta los datos desglosados por género, a fin de evaluar el progreso realizado y mapear el camino para futuros trabajos. Las estadísticas y las informaciones relacionadas con el género deben estar disponibles para que los formuladores de políticas puedan evaluar con precisión la situación y desarrollar respuestas y políticas adecuadas y basadas en evidencias. Estos datos deben recopilarse y analizarse como parte del proceso de elaboración de políticas, idealmente cubriendo varios años para realizar un seguimiento de los cambios y tomar medidas correctivas (Miletto, Pangare y Thuy, 2019).

Consideraciones finales

El acceso al agua potable y al saneamiento básico fue reconocido por la ONU en 2010 como un derecho humano esencial, fundamental y universal, indispensable para la vida con dignidad, como condición del pleno disfrute de la vida y de otros derechos humanos[5]. Sin embargo, los patrones de marginación y exclusión están presentes en todo el mundo, con desigualdades persistentes en el acceso al agua y al saneamiento. El progreso realizado en el sector del agua y de saneamiento no siempre beneficia a quienes más necesitan de ellos, en particular a los más pobres, las personas que viven en favelas y otros asentamientos informales y a las personas marginadas por motivos de género, entre otras razones.

La desigualdad de género en la gestión de agua y saneamiento, además de una cuestión de derechos humanos, implica también la gestión de los recursos hídricos para hacerlos más eficaces para atender a un mayor número de personas, proporcionando agua y servicio de calidad. La base para el desarrollo de este proceso de inclusión es la obtención de mejores datos sobre la desigualdad existente entre los géneros. Sin datos individualizados por género es imposible obtener la exacta dimensión de la marginación de las mujeres con relación a los hombres, que se camufla con datos agregados, no individuales.

En este sentido, existe la necesidad de involucrar a los formuladores de políticas en la promoción de la recolección, el análisis y la utilización de datos desglosados por género (DDG) en agua y saneamiento, porque es la mejor manera de identificar las disparidades de género al individualizar las informaciones específicas para cada sexo. Las organizaciones necesitan reunir suficiente voluntad política para apoyar la incorporación de la perspectiva de género en la planificación, en el diálogo y formulación de políticas públicas y en la recolección, análisis y utilización de DDG, en particular. En cuanto a formulación de políticas, todavía hace falta una voluntad política y un cambio de mentalidad en lo que se refiere al género en la gestión del agua y saneamiento.

Se debe considerar que a pesar de la existencia de una cantidad significativa de DDG en la gestión de agua y saneamiento en todo el mundo, la mayor parte de estas informaciones están dispersas, o muchas veces no están fácilmente accesibles o no están procesadas y analizadas de forma adecuada. Esto limita su uso en otras intervenciones y políticas en los niveles local, regional, nacional y global, y siguen representando un gran retroceso para la investigación, el monitoreo y la evaluación de intervenciones en la gestión de agua y saneamiento, además para la equidad y la formulación de políticas con perspectiva de género en este sector. Asimismo, los datos desglosados por género son esenciales para evaluar y hacerse visibles los efectos diferenciados de las medidas políticas sobre mujeres y hombres, bien como para evaluar y acompañar el papel de las mujeres en las cuestiones de agua y saneamiento de manera más eficaz.

Cuando se desglosan los datos, son principalmente cuantitativos, es decir, los parámetros y los indicadores se limitan al número de mujeres con acceso al suministro de agua y saneamiento básico. Por otra parte, indicadores cualitativos que analizan el agua y saneamiento básico, considerando la dinámica de género, como quien es responsable de la recogida y eliminación de excrementos, la seguridad personal en el acceso a instalaciones de saneamiento y diferencias intrafamiliares de género en el acceso, control y uso de instalaciones, casi nunca se los obtienen.

El hecho es que hay muchas brechas en la obtención de datos desglosados por género. Para obtenerse datos desglosados por género (DDG) que sean útiles, es necesario establecer una recolección y análisis eficaces. Es necesario incluir nuevos indicadores específicos que actualmente no son reconocidos, como el porcentaje de mujeres y hombres sensibilizados en la protección de las aguas superficiales y subterráneas, la existencia y calidad de las instalaciones de saneamiento para atender a mujeres y niñas con necesidades específicas, entre otros.

La política es el punto de partida para la integración de las cuestiones de género mediante el uso de datos desglosados en la gestión del agua y saneamiento, porque es cuando el gobierno o cualquier otra organización expresa de manera explícita su intención de corregir la desigualdad y adopta un enfoque de género.

El resultado esperado para cuando se adoptan los DDG es la perspectiva de que se puedan producir cambios significativos en las relaciones de género en el ámbito de los usos, en los procesos y gestión de los recursos hídricos que tengan en cuenta la importante función que desempeñan las mujeres como agentes del cambio cuando están involucradas directamente en la solución de los problemas esenciales para la continuidad de una vida sana y libre de discriminaciones

Referencias

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ZWARTEVEEN, Margreet Zwarteveen. The politics of gender in water and the gender of water politics. The politics of water: A survey, p.184-200,2010.


[1] Fonte: https://www.ohchr.org/EN/Issues/Women/WRGS/Pages/GenderIntegration.aspx
[2]https://g1.globo.com/sp/sao-paulo/noticia/2021/06/07/1-em-cada-4-mulheres-foi-vitima-de-algum-tipo-de-violencia-na-pandemia-no-brasil-diz-datafolha.ghtml
[3] https://dossies.agenciapatriciagalvao.org.br/violencia-em-dados/
[4] En el estereotipo se establece una conexión entre representación, diferencia y poder. A menudo, el poder se piensa en términos de restricción o coerción física directa, pero también se puede referenciarlo al ” poder en la representación; poder de señalar, atribuir y clasificar; poder simbólico; poder de la expulsión ritualizada” (Hall, 2016, p. 193).
[5] Resolución 64/A/RES/64/292, de 28.07.2010.

1Doutora e Pós-doc em Administração pela Universidade Federal de Minas Gerais. Pesquisadora. Professora no CEFET-MG. Consultora Técnica.0000-0002-0111-6078fcmatosbh@gmail.com

2Doutor em Ciências Sociais e Mestre em Ciência Política pela UNICAMP.
Pesquisador independente.
0000-0002-8621-2658.
reinaldias@gmail.com